¿Por qué tengo mala relación con mi padre? ¿Por qué una persona me cae mal desde el momento en que la conozco? ¿Por qué a veces hablo mal a mis hijos?
En ocasiones, no encontramos respuestas lógicas a estas preguntas. Sin embargo, siempre hay algo, aunque no sea perceptible a simple vista, que justifica y explica el origen de esas reacciones.
Al comprender que somos energía y que esta, al no destruirse, se manifiesta en diferentes cuerpos a lo largo del tiempo, pero conservando las experiencias de hechos traumáticos que quedaron sin resolver, podemos empezar a entender nuestras relaciones.
¿Es posible que en vidas anteriores hayamos compartido experiencias con las personas con las que ahora tenemos conflictos? Esta podría ser una explicación. Si algo dejó una marca en nuestro pasado, aunque no lo recordemos conscientemente, la energía lo reconoce, lo que genera esa tensión inexplicable. Si logramos ser conscientes y entenderlo, se abre la oportunidad de rectificar, perdonar o pedir perdón y resolver el problema de raíz. La terapia del alma ayuda a encontrar estos orígenes y a sanar esos bloqueos.
Otro motivo de nuestras reacciones podría ser la presencia de una energía parásita que nos induce a tener cierta conducta. Estas energías, que permanecen tras la muerte de un cuerpo, pueden seguir influenciándonos con los mismos patrones de conducta que tenían en vida.
Nada es para siempre, y cuanto antes tomemos conciencia de lo que somos, más pronto podremos avanzar y liberarnos de estos lastres.